Casi Muero.
Tuve siempre excelentes vínculos con las gerencias de marketing de la mayoría de las distribuidoras de cine en Argentina. Locales e internacionales. Nunca fui quilombero, de pedir boludeces o de hacerme la estrella. Creo que eso funcionó muy bien para que los vínculos estuvieran aceitados y fluyeran.
De todas esas personas, líderes en esas gerencias, con algunas, me hice muy amigo. Andrea es una de ellas, una amistad sólida y duradera que perdura hasta el día de hoy, a pesar de que ella está ya fuera de la industria.
Andrea es fundamentalmente una profesional impecable y con un humor muy particular que disfruto mucho. Gracias a ese vínculo, me atrevía, de vez en cuando, a solicitar privadas para mi solito, ya que disfrutaba mucho más de la película que con los continuos cotorreos de algunos de mis colegas.
Por lo general, una característica mía era la de tratar de entrar a los micro cines sin saber mucho sobre lo que voy a ver. La sorpresa siempre fue fundamental para mi trabajo. Locurita sobre la cual podemos discutir largo y tendido.
Andrea me invita a ver “una de terror” que le parecía que iba a funcionar muy bien. Su nombre: La Llamada.
Fui. En bolas. Nada sabía de la película y de su trama.
Como siempre, me acomodé cerca de la puerta de salida de la sala (minis claustrofobias me atacaban muy de vez en cuando en esos reductos pequeños y oscuros) y al lado de un teléfono que funcionaba para preguntarte si querías tomar algo mientras disfrutabas el film.
Se apaga la luz y comienza. De verdad era muy atrapante y aterradora y en 10 minutos ya me tenía bien adentro. Cuando esto sucede me olvido de todo.
Andrea tenía clara la película de punta a punta y esperó a que se vayan desarrollando los sucesos dentro de la misma.
Si no la vieron aviso que voy a tirar spoilers, así que si siguen leyendo es por su propia responsabilidad.
En La Llamada la trama se centra en un video que si lo ves, luego suena el teléfono y una voz cascada te dice Seven Days y antes de esos 7 días te morís horrorosamente.
Cronometrando el momento exacto, hicieron sonar el teléfono que estaba junto a mi sillón, atendí y escucho “Seven Days”.
Revoleé a la mierda el aparato y casi la quedo del susto. Me agarraron con la guardia baja y entré como un caballo.
Desde la oficina de Andrea escuchaba las carcajadas, pero no les di ni la más mínima demostración de mi casi infarto.
Como un duque la vi completa, la disfruté y salí derecho hacia la puerta de calle sin saludar.
Sacando el auto de la cochera y partiendo para casa ya comencé a cagarme de risa solo. Todo mi respeto para la joda perfecta que gracias a un corazón fuerte y sano no terminó en un bobazo.
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