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Memorias Parte 1


Este texto surge como una necesidad personal, que tiene la finalidad de ganarle al olvido que irremediablemente llegará y, seamos honestos, compartir algunas de mis vivencias.

Tengo mucho para contar de mis casi tres décadas dentro del periodismo especializado en cine y series.

Lo que escribo es en base a mi experiencia, al haber vivido y conocido estos hechos desde adentro.

Hubo una época, desde principios de los 80 y casi hasta el 2000, en la cual la crítica cinematográfica tenía mucho peso. La crítica escrita.

Los que trabajábamos en radio o tv éramos considerados seres menores.

Nunca, en aquellos años, se había hecho un estudio serio sobre el verdadero peso de la crítica en las decisiones del espectador promedio que iba al cine. Nunca.

Por lo tanto, cuando yo comencé con esto, allá por 1995, algunos periodistas de los diarios más importantes se consideraban a sí mismos como pseudo dioses, con cierta ayudita, digamos todo, de algunas distribuidoras independientes de películas. Las Majors no tenían la presión extrema, ya que si un film fracasaba, la cosa seguí funcionando; los que ponían la plata de su bolsillo y necesitaban que sí o sí, sus estrenos generaran pesos, jugaban de otra forma.

Digamos que los mimaban y respetaban en demasía.

Una vez, en una proyección de su película, el director argentino del momento (no lo nombro porque no sé si le gustaría aparecer en este texto) me confesó que un periodista de los grandes, le había pedido una PC nueva a cambio de una buena crítica. Al negarse, se ganó una reseña con mucha mala leche. El film fue un éxito tremendo. Estuvo muchos años como la película más vista en nuestro país.

Dos o tres nombres eran los que podían convertir, o no, a un estreno en un éxito. Al menos eso es lo que se creía.

Siempre hablamos de crítica escrita. Esos dos o tres nombres eran dinosaurios, con decenas de años haciendo lo mismo, aburridos, vacíos y con un desprecio profundo por el cine.

Por suerte, en esos mismos medios, estaban comenzando sus carreras algunos críticos más jóvenes, honestos y con verdadera pasión por el trabajo periodístico.

En medio de ese mundillo comenzaba yo a ser “el que está con Pergolini”, o “el de la radio”. Un dolor en el culo para muchos. Tanto molestaba mi persona que algunos pedían no estar en privadas a las que iba yo.

Me consta, porque la gente que las organizaba me lo confesaba con mucha vergüenza. No vengas el martes por la mañana porque fulanito pidió que no estés vos en esa privada. Eran celos puros o tristísimas envidias…vaya uno a saber de qué…juro que no lo entendí nunca. El mundo era lo suficientemente grande y había lugar para todos.

Los nuevos comenzábamos a crecer, nuestros nombres salían en avisos de películas en los diarios o en los afiches de los cines y sobre la viaja camada lentamente caía el olvido y las sombras.

Avanzados los 2000, varias empresas se juntaron para pagar un estudio sobre la influencia de la crítica. Paraditos en las puertas de las salas, durante un mes, hubo encuestadores haciendo preguntas.

Los resultados fueron asombrosos: más del 90% de los espectadores iba al cine por decisión propia, el 10 % restante, se dividían entre referenciados por conocidos y amigos, por un tráiler que les había gustado o habían escuchado en algún medio a “alguien” que hablaba de la película elegida. O sea…ni una persona mencionó que iba por haber leído una crítica y nadie pudo mencionar el nombre de un crítico de cine. Este estudio corrió por todas las distribuidoras y por suerte se terminaron de convencer que los periodistas no tenían mucho que ver con el éxito o fracaso de un estreno.


Corridos de ese lugar de semidioses con una simple encuesta, el trato con las empresas mutó hacia algo más personal y dependía de la buena o mala onda que uno generara con la gente de prensa.

Tuve la suerte de ser bastante querido y respetado, aunque algunas pocas veces me he comportado como un imbécil. Aun así, me quedan grandes amigos y amigas en este rubro.

Esos vínculos amistosos me permitieron conocer anécdotas, hechos penosos y pequeñas miserias del universo periodístico.

Algunas podrán ser contadas en futuros textos y otras guardaré con mucho celo.

Esto recién empieza.

Hasta la próxima

GH


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Guillermo Hernández

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