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Un día me fui.



Hace unos días se viralizó un bizarro cruce entre un reconocido periodista deportivo de medios tradicionales y un famoso youtuber, quien había accedido a una larga y divertida entrevista con Paulo Dybala.

Revisé varias veces la discusión por curiosidad y me di cuenta que esa situación no me era ajena.

Algo de lo que flotaba allí tenía que ver con mi partida de Vorterix.

Ese enfrentamiento de lo viejo contra lo nuevo me sonaba fuerte.

He aquí la historia vista con el diario del lunes ya publicado.


Durante los años 2014 y 2015 las cosas no venían bien en la radio.

Yo formaba parte de la mesa matutina de lunes a viernes y vivía la toxicidad que impregnaba la diaria.

Sentía cierto orgullo de ser parte del pequeño grupo que Mario llamaba “la mesa chica”. Eso significaba que recibía cierto afecto y respeto de su parte, pero también en el revoleo podía recibir algún palo, generalmente injusto. Esos años los palos se revolearon mucho.

A veces había fuegos artificiales y si pasabas por allí, quizás alguno te pegaba y te quemaba un poco.

Nunca lo sentí como algo personal. Era parte del juego desde hacía tiempo, diría que desde que entré a la radio.

En el aire podía percibirse que ya no todo era felicidad y buena onda.

Según lo que yo veía (que era justamente eso: “lo que yo veía” ya que a cierta información no tenía acceso) sucedían dos cosas:

1) La radio no venía bien de audiencia y corría un rumor sobre el tema de los socios y ciertos problemitas…


2) Para mi existía una mirada equivocada sobre cuál era el camino a seguir con la programación. Mario y su asesor artístico creían que podían sacar a youtubers de su espacio natural y hacerlos funcionar en una radio que, justamente, no era escuchada por gente muy joven.

Lo que más me taladraba la cabeza era un discurso alejado de la realidad que sostenía que ya “estábamos viejos” y que era hora de los “nuevos”.

Una mirada simple a las radios que funcionaban bien indicaba todo lo contrario. Los que lideraban la audiencia eran todos de nuestra edad. Lo que no funcionaba era otra cosa.

Los más jóvenes estaban en otros lugares haciendo otras cosas…. y el público al que intentaban llegar también.


La confusión venía de querer sacar del mar a los peces y tratar de enseñarles a vivir fuera del agua.

Otra idea que a veces se llevaba de patadas con la de los jóvenes contra los viejos (la verdadera grieta que habría que cerrar), era que “en la radio la gente sólo quería escuchar música”.

Un día vino el dueño de Infobae de invitado al piso y Mario intentó sugerir, durante la entrevista, lo de la preferencia de la música por sobre los conductores hablando. Hadad se rio mucho y le dijo que no, que a la música el público la buscaba en lugares como Spotify y que la radio iba a ser siempre gente hablándole a otras personas que quieren escucharlos.

Yo estaba 1000% de acuerdo con esa idea e, insisto, solo de ver qué radios se escuchaban, la teoría de la música se iba por el tacho. Sólo Aspen que apelaba a la nostalgia de sus oyentes medía bien, el resto eran conductores hablando.

Todo era confusión. Los mensajes eran negativos. El ambiente ya no era de felicidad. Caras largas. Despidos. Amigos sin trabajo. Miedos. Angustias. Esa radio para mí ya no era placentera. Me estaba enfermando y me daba cuenta.


Si te están diciendo casi dos años, a diario, que lo tuyo ya fue, llega un momento que algo de eso te comienza a carcomer la cabeza.

Yo sabía que no era así, pero se me hacía difícil, porque sentía que era cuestión de tiempo para que me rajaran.

Lo estaban avisando.


Tarde o temprano nos iban a echar a todos los de la mesa.

A principios del 2016 me ofrecieron un trabajo nuevo, alejado de la radio y dije que sí. Era económicamente negativo para mí, pero ya no daba más. Prefería salir de allí.

Una mañana, antes de empezar el programa, le pedí unos minutos a Mario y le comenté sobre mi decisión de partir después de casi 21 años.

Me miró en silencio y me dijo: que huevos…irte en este momento…y fue todo.

Las cosas se cerraron bien y marzo del 2016 fue el último mes que estuve en Vorterix.

Rompo mitos: no me echaron, no me fui a las piñas, simplemente partí cuando sentí que no me bancaba más esa tristeza que me invadía y ya no me dejaba disfrutar de lo que más me gusta hacer en mi vida laboral: RADIO.

No lamento haber tomado esa decisión. Fue por mi salud mental.


Me duele en el alma que las cosas hayan tomado ese rumbo.

Hoy puedo confirmar que yo no estaba equivocado en cómo veía las cosas. Y aprendí que no es jóvenes contra viejos, medios tradicionales o nuevos. Hay lugar para todos, porque hay públicos para todos.

Todo lo que imaginé que sucedería se cumplió.

Igual, no existe en mi vida un solo día que no añore volver a la radio.

GH







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Guillermo Hernández

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